Las primeras veces,
de la caída del faraón,
nos mutilamos los sesos
y nos comimos culposos la desolación de un sino.
Las primeras veces,
nos dividimos lentos.
Para amarnos amortiguando las cerezas frías,
donde tantas veces mordiste
y escupiste el placer, precipitado a un caos.
Y siniestro, pensaste que el sexo, se nos iba rápido
y te aferraste a luchas decididas,
cansado, adolorido, sentencioso,
te comías carnes de mi carne,
hambriento y lucido.
Las primeras veces terroristas,
suicidamos la agonía de los gritos,
nos matamos callados,
sombríos detrás del silencio copioso.
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