Sucedías en mi cuerpo
como la infinitud.
Nos hacíamos mínimos
en la imperfección de la belleza.
Nos desgarrábamos,
con la intención,
de ser materia y origen,
de ser locura y libertad,
de aspirar y multiplicar,
las palabras.
Tú me sometías,
al placer de la duda.
Justificabas el amor,
con tus silencios y certezas.
Mistificabas la huida,
y la evasión de mis miedos.
Me cosías el alma,
con el orden del amor.
Derrumbabas la cavidad
de las escrituras ocultas.
Me besabas aunque no existiese,
ruta.
Todo era impredecible
y pequeño.
Así te amaba,
y me inmantaba.
Así me nutria de la soledad.
Tú me enseñaste,
que la vida no cesa
que la vida,
se expande
que somos plenitud.
Mínimos objetos y horizontes.
En que jamás encontraremos,
oscuridad.
Tu me enseñaste,
a sembrar mi cuerpo.
Y con ello,
nos hicimos materia.
Construimos
Viento
Lluvia.
Aprendimos a evadirnos
en el fuego,
como seres vencidos
como seres abandonados.
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