Todo era olor,
de las sillas sudas calientes
todo eran los espejos,
dispuestos a militancias libertinas.
Filábamos, comíamos, gozábamos
con las gotas temperamentales del tacto físico,
en tablas de una chimenea
hecha conducta viscosa.
Olfateábamos cada una de las vértebras repentinas
entrábamos cínicos
y frente al nombre
de los amantes reíamos amargos,
como valientes héroes
nos gritábamos, comíamos lo múltiple hasta el fondo.
Hubo una mancha hecha piel en la sabana;
voló la esperma,
se indujo el semen
gimiendo con los muertos sin oxigeno.
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