Ya no se pisan
los retratos de tu inerte desnudez,
allí, casi clavado en la rutina,
no se consumen
tus tics de inocente agravio
ni tu moribundo bálsamo de viejas heridas,
no tienes la garra espantosa
del celo libertino
ni te acuestas con el asma de mi lenguaje físico,
ya no te envuelves en mis aullidos de loba
ni bordeas a mi carne catada en tu inválido sudor.
No retratas a mi boca aliviada por el culto,
no te vives ni te enciendes
con mis piernas altivas de mujer cutánea.
Ya no bebes leche simulada de mis pezones,
ni te incrustas a mi orgasmo vivo con tu escandaloso y efímero acero.
No juegas con el tímpano de mi risa
ni te excitan las miradas malignas de niña frígida.
Ya no es necesario
montarse en tu áspero
cerebro virgen
porque el indeleble licor de sexo
ya no me agita ni me funde el cielo aquiescente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario